3.- El juego de Morfeo

Entonces algo calló de la mesa y me desperté sobresaltado. La vorágine de ideas me había sumido en un estupor que el calor y la tenue luz de mi habitación ayudaron a convertir en un sueño profundo. La confusión se apoderó de mí: “Entonces, no ha habido ninguna llamada, ninguna voz dulce me citó y mucho menos la habría yo conocido en otro tiempo o en otra vida…” Miré la esquina de mi pantalla y me asombré al ver que sólo habían pasado unos minutos cuando parecía que había pasado una vida entera. Me sentí cansado. Viejo en la flor de la vida. Decepcionado con la existencia que me envolvía y que hacía que mis sueños tuviesen más jugo que la propia realidad.

Pero como siempre se me había dado bien aprovechar las causalidades que iban irrumpiendo a mi paso decidí que esta no iba a ser menos: mi sueño podía ser el punto de partida para comenzar una historia. Coloqué mis dedos sobre el teclado con parsimonia y grandilocuencia, como si fuese a escribir una de las mejores novelas de la historia, como si fuese a escribir La Novela. Tomé aire y…

- TIRURIRU TIRURIRU

- ¿Si?

- Estamos esperándote, ¿vienes o que? – Había escuchado ese dulce tono femenino antes, y sabía donde y cuando.

- Si, ahora voy... mmmm ¿delante del ángel en la plaza Despertar?

- Sí, no tardes. - Y colgó el teléfono.

- Espero encontrar el conejo blanco - Una sonrisa se me dibujo en los labios mientras, “de nuevo”, guardaba el teléfono, las llaves y el tabaco en los bolsillos del pantalón. Algo se estaba repitiendo, pero ya sabemos que la vida es una espiral…